Los
escándalos de corrupción que azotan a España deben acabar por el bien de un
país que hasta hace bien poco se consideraba uno de los líderes mundiales
En España, el comienzo
del siglo XXI, se ha caracterizado por ser un periodo turbulento. Además, cada
día que pasa, parece que se nos va de las manos poder controlar la situación y
esto es el principal problema que hay que solventar a la mayor brevedad
posible.
Durante la
etapa mencionada gran parte de los altos cargos que dirigen este país se han visto involucrados. El caso Nóos, el caso Gürtel, el caso Bárcenas, son los casos más
recientes pero lamentablemente no son los únicos.
Puede parecer
imposible encontrar una solución para tanto juego sucio, pero si salimos del
egocentrismo español y abrimos los ojos, podremos darnos cuenta de que en otros
países se están llevando a cabo medidas –que no son desproporcionadas- para
limpiar la imagen de los Gobiernos europeos cuando algo no funciona bien.
Así, han
llegado a nuestros oídos noticias como que en el Gobierno del primer ministro
inglés, David Cameron, se obligó a que el ministro de Energía y Medio Ambiente,
Chris Huhne, dimitiese por haber mentido sobre una infracción de tráfico. O,
también, el caso de la ministra de Educación del Gobierno alemán de Angela
Merkel, Annete Schavan, que dimitió por haber plagiado su doctorado. Aunque la
noticia más reciente ha sido que, hoy mismo, el Gobierno búlgaro ha dimitido en
bloque tras las protestas de los ciudadanos por el precio de la energía. Chapó.
Una solución
que se nos plantea es empezar a tomar ejemplo del resto de Europa. Debemos ser
conscientes de que si los remedios aplicados en nuestro entorno están siendo
efectivos, deberían ser utilizados en España también, ya que parece que no
somos capaces de tomar decisiones originales por nosotros mismos sin que antes
alguien lo haya probado. Pues, que quieren que les diga, o se aplica esto o que
dios nos pille confesados.