miércoles, 20 de febrero de 2013

Que dios nos pille confesados


Los escándalos de corrupción que azotan a España deben acabar por el bien de un país que hasta hace bien poco se consideraba uno de los líderes mundiales

En España, el comienzo del siglo XXI, se ha caracterizado por ser un periodo turbulento. Además, cada día que pasa, parece que se nos va de las manos poder controlar la situación y esto es el principal problema que hay que solventar a la mayor brevedad posible.

Durante la etapa mencionada gran parte de los altos cargos que dirigen este país se han visto involucrados. El caso Nóos, el caso Gürtel, el caso Bárcenas, son los casos más recientes pero lamentablemente no son los únicos.

Puede parecer imposible encontrar una solución para tanto juego sucio, pero si salimos del egocentrismo español y abrimos los ojos, podremos darnos cuenta de que en otros países se están llevando a cabo medidas –que no son desproporcionadas- para limpiar la imagen de los Gobiernos europeos cuando algo no funciona bien.

Así, han llegado a nuestros oídos noticias como que en el Gobierno del primer ministro inglés, David Cameron, se obligó a que el ministro de Energía y Medio Ambiente, Chris Huhne, dimitiese por haber mentido sobre una infracción de tráfico. O, también, el caso de la ministra de Educación del Gobierno alemán de Angela Merkel, Annete Schavan, que dimitió por haber plagiado su doctorado. Aunque la noticia más reciente ha sido que, hoy mismo, el Gobierno búlgaro ha dimitido en bloque tras las protestas de los ciudadanos por el precio de la energía. Chapó.

Una solución que se nos plantea es empezar a tomar ejemplo del resto de Europa. Debemos ser conscientes de que si los remedios aplicados en nuestro entorno están siendo efectivos, deberían ser utilizados en España también, ya que parece que no somos capaces de tomar decisiones originales por nosotros mismos sin que antes alguien lo haya probado. Pues, que quieren que les diga, o se aplica esto o que dios nos pille confesados. 

martes, 12 de febrero de 2013

El Gran Hermano


Rajoy impone una nueva forma de dar ruedas de prensa más propia de un Estado totalitario


El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, protagonizó la semana pasada una inusual puesta en escena. No solo no respondió a las preguntas de los periodistas como se venía haciendo en alguna ocasión, sino que además esta vez no compareció en la sala de prensa e hizo el comunicado pertinente a través de una pantalla.

Esta forma de actuar es una clara situación de alarma. Por una parte, el presidente cuando asume el cargo de sus funciones acepta a su vez una serie de responsabilidades. Por otra parte, la función del periodista es plantear cuestiones ante cualquier persona o situación objeto de su noticia. Con esto el periodista intenta contar a la sociedad de la forma más fidedigna posible lo que sucede en nuestro entorno. Es decir, los periodistas se constituyen como los intermediarios entre los ciudadanos y los políticos.

Cuando cualquiera de esos altos cargos y –más aún si se trata del presidente del Gobierno– renuncia a cumplir sus responsabilidades como tal, impide que los periodistas puedan ejercer su profesión. Todo esto se convierte en un círculo vicioso  y acaba repercutiendo de forma directa en el pueblo, que se ve privado del derecho a ser representado por un político elegido democráticamente.

Estas situaciones recuerdan al libro de ficción –o no tan ficción– 1984  de George Orwell. Este autor intenta hacernos reflexionar sobre un mundo en el que un dirigente nos controla a través de una pantalla y nos dice qué debemos pensar, qué debemos hacer y qué debemos decir. Pues bien, el día en el que “el Gran Hermano” iba a imponernos su doctrina a través de una pantalla ha llegado.

martes, 5 de febrero de 2013

Época de cambios


Desde hace algún tiempo la Corona española ha sido protagonista de numerosos escándalos. Y, precisamente por estos sucesos, la monarquía dirigida por el rey de España, Juan Carlos I, no saldrá impune de este juicio en el que, en estos momentos, dicha forma de Estado se ve sometida por el mayor tribunal que existe: el pueblo español.

El hecho más reciente en el que el monarca se ha visto involucrado fue aquel viaje que hizo donde, y pese a que su salud dejaba mucho que desear, viajó a la lejana Botswana para practicar la caza de elefantes. Por otra parte, el yerno del rey, Iñaki Urdangarín, y la infanta Cristina de Borbón, encabezan el Caso Nóos. Para este gran suceso de corrupción, la justicia aún no ha determinado el fallo final.

Estos últimos años se han caracterizado por ser una época de crisis. En algunas culturas la crisis se considera una oportunidad para mejorar, para cambiar. Sin embargo, en España el rey no sólo no ha sido partícipe de la sociedad víctima de una transformación en todos sus aspectos, sino que se ha mantenido al margen de todo, mientras disfrutaba de sus privilegios. Su majestad debe ser un modelo a seguir y, a pesar de que en ningún momento fue elegido democráticamente, la Constitución recoge en su artículo 1 que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”. Juan Carlos I comenzaba su reinado vulnerando el artículo más básico de la Constitución.

Ahora toca dar la palabra al pueblo y que sea éste quien decida si la monarquía es el sistema que hará de este país un lugar mejor o será otro sistema el que deba sustituirlo.