El pasado 13
de marzo, Jorge Mario Bergoglio fue nombrado papa de la Iglesia católica. Él
mismo se ha definido como ‘el papa de los pobres’ y según la opinión pública la
principal diferencia con su predecesor, el papa Benedicto XVI, es que no será
tanto un papa de razón sino más bien de corazón.
En los tiempos
que corren, en el que el lado más humano de las personas está empezando a
flaquear, quizá el hecho de que el nuevo papa comience a preocuparse
verdaderamente por aquellos que más lo necesitan es un giro fundamental en la
tradición católica, que parece haberse visto afectada por una crisis feligresa.
Precisamente
un cambio es lo que los creyentes piden para esta institución milenaria. Datos como
los que refleja el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos dejan ver
de forma más que clara que la religión católica no está perdiendo fieles y que,
de hecho, se ha visto incrementado el número de fieles este año 2013 con
respecto al año anterior. Esto, deja sin sentido la expresión que tantas veces
se ha empleado para referirse a la religión católica: ‘crisis de fe’. Pero, no
tan afortunada ha sido la propia Iglesia. El estudio que ha realizado el CIS muestra
cada vez un número inferior de beatos que van a misa.
De este modo
se está pidiendo a gritos que la Iglesia se renueve y se vaya adaptando –como otras
instituciones han ido haciendo- al nuevo siglo y a la nueva mentalidad y
tendencia de todos los católicos. En esta era no se trata tanto de imponer una
creencia a los fieles, sino más bien que cada uno interprete a su manera el
libro sagrado y compartir juntos la interpretación que cada uno pueda darle.